Como apenas alguien antes Prigozhin encarnaba el militarismo pagado, el reprensible sacrificio de vidas humanas por dinero. En cuanto a su actitud, se encontraba en la tradición de aquellos soberanos alemanes que habían "alquilado" soldados a Gran Bretaña para luchar al lado del poder del dinero y de la aristocracia contra la democracia liberal de Estados Unidos en su Guerra de Independencia. Si la muerte tan voluntariamente disafiada de una persona moralmente tal baja llama tanta atención - notablemente acrítica - por parte de los medios occidentales, dice algo sobre la ética de nuestro espíritu de la época, hastiado de la compasión real. Lo mismo aburrido impide también percibir el enorme peligro en este momento histórico, en el que cada día se hace más evidente un cambio inevitablemente inminente y profundo en la forma de convivencia de los humanos, para peor o, finalmente, para mejor.
Ya es hora de pensar en las palabras de Dwight D. Eisenhower, quien en su discurso de despedida tras 8 años en el cargo, en enero de 1961, no advirtió sobre un enemigo externo de Estados Unidos y Occidente, sino de fuerzas internas que estaban ganando fuerza de escala peligrosa. Con esto se refería al CMI, el Complejo Industrial Militar y con él a las personas de las depende en gran medida toda nuestra seguridad. En esta agrupación no oficial de líderes del ejército, los servicios secretos, la industria armamentista y la política, Eisenhower - mismo un ex general y veterano de la Segunda Guerra Mundial - reconoció ya entonces una grave amenaza a la libertad, la democracia y la sociedad. – ¿Qué podemos esperar de manera realista después de más de 62 años de ignorar sistemáticamente este peligro por parte de los políticos y los medios de comunicación, si no una escalada de violencia hasta una nueva guerra mundial?
Por lo tanto, también es hora de reconocer que en la guerra de Ucrania no se trata de estar contra un partido de guerra en favor del otro, sino decididamente contra el militarismo irresponsable de ambos lados y a favor de los intereses primordiales de supervivencia de los pueblos en las zonas actualmente en disputa - como así en toda Europa. Al igual que Mahatma Gandhi, el gran líder de los derechos civiles Martin Luther King comprendía profundamente que la paz duradera sólo es posible cuando la gente comienza a comprender a sus enemigos, lo que de ninguna manera significa en absoluto estar de acuerdo con sus acciones o incluso apoyarlos. John F. Kennedy formuló la premisa general real de la siguiente manera: "La humanidad debe poner fin a la guerra, o la guerra pondrá fin a la humanidad".