Iniciativa

La Iniciativa Paz, Libertad y Equidad no forma un grupo firmemente definido, sino una comunidad libre de valores que se siente comprometida con un desarrollo pacífico y armonioso de la humanidad. No da fe de una conciencia despierta de los ciudadanos occidentales el hecho de que sólo poco a poco se den cuenta, ante la amenaza de una Tercera Guerra Mundial, de que la superación definitiva del militarismo hace tiempo que se ha convertido en un requisito imprescindible para la supervivencia de la especie, a más tardar desde la entrada en la civilización industrial y el correspondiente "progreso" de la tecnología armamentística.

Las iniciativas pioneras a favor de conceptos no violentos sólo han surgido cuando ya era demasiado tarde: después de la Primera Guerra Mundial con la fundación de la Sociedad de Naciones y después de la Segunda Guerra Mundial con la fundación de las Naciones Unidas y la proclamación de su Carta. Tras estos dos intentos fallidos, la actual tercera iniciativa de paz tendría excelentes posibilidades de éxito si no estuviera sometida a tanta presión temporal. El enorme aumento del poder del militarismo que se ha producido entretanto, que pudo desterrar con facilidad a las iniciativas de la Sociedad de Naciones en 1920 y de la ONU en 1945 hacia un letargo ineficaz, es, por otra parte, más bien una ayuda en la medida en que el gigantismo revela con mayor claridad la debilidad moral del antiprincipio de la fuerza.

En todas las épocas de la historia, el militarismo fue éticamente un antisistema inseparable de la supresión de la libertad intelectual y económica. Hasta principios de la Edad Moderna, era práctica común en Europa que los soberanos aristocráticos se hicieran la guerra unos a otros para ampliar sus esferas de poder. Se calculaba que los soldados eran material prescindible que se sacrificaba sin vacilar a los intereses personales de poder.  

La fundación de los EE.UU. libres y los subsiguientes movimientos democráticos en Europa normalmente podrían haber puesto fin definitivo a esta actitud y práctica inhumanas. Sin embargo, los círculos ultrarricos de Gran Bretaña han conseguido convertir a EEUU en la segunda sede de su imperio, ahora mundial, del gran dinero. Su dominio antidemocrático y militarista utiliza el discreto instrumento de un estrechamiento del discurso ideológico mediante la persistente propagación de la llamada "corrección política" que, si se ignora, amenaza con la exclusión de la arena política.

El aparato de propaganda incluye, entre otros, medios de comunicación de todo tipo, decenas de miles de ONG y el MIC, el Complejo Militar-Industrial. La restricción del discurso político siempre aparece en un envoltorio disfrazado, por ejemplo como "protección contra la desinformación" (mientras que el ciudadano verdaderamente libre juzga por sí mismo lo que está mal y lo que está bien), como medida "en interés de la seguridad nacional" (criterio contra el que casi todas las operaciones militares estadounidenses han tenido el efecto contrario, a saber, obstaculizar la difusión y la correcta aplicación de la democracia liberal) o como "protección contra los insultos y la incitación al odio" (una protección que una personalidad estable no necesita, ya que esas tonterías rebotan, mientras que la protección contra las incitaciones a la violencia real necesita mejoras).

Consciente de estas contrafuerzas, el actual tercer intento de rechazar la pretensión antidemocrática de poder de los militaristas debe poner en marcha un cambio de conciencia que se extienda rápidamente entre los ciudadanos, seguido de otro entre los políticos, para quienes el efecto paralizador de lo "políticamente correcto" está más arraigado.

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